30.12.06

Subo

Subo.

Siempre las Navidades han sido sinónimo de estar en Zaragoza, con la familia.

Cada año, casi cada jodido año, somos unos menos. Y por una vez cerraremos éste en la montaña, donde la propia respiración gélida se acompasa con los último latidos de 2006

Por eso subo. Porque si no subo, bajo. Igual que cuando se pilota un helicóptero o llevas caminando un tablero de ajedrez con una canica en el medio. Nada queda quieto, aunque tú lo hagas.

No sé si es la primera vez que lees en este ejercicio de narcisisimo (como todos los blog personales) llamado "Blógicamente", o si eres alguno lector que suele repasar las líneas que de vez en cuando instalo por aquí.

A ti, gracias por tus minutos.

Te deseo mil éxitos en el 2007.

21.12.06

Los rizos y el taburete

You want your freedom…

Un par de cervezas, un plato de huevos rotos con patatas y jamón y la noche acabará con una infusión “Tesoro” en el Hanna. Y sigo con mi compañero Robe hacia el Hanna, donde una vez más vamos a quedarnos junto a la barra, recordando tiempos y planificando ilusiones. Me siento en el taburete solitario de al lado. Y entre sorbo y sorbo, uno mira alrededor, disfrutando de la decoración del lugar, la atmósfera y el bonito rictus misterioso de la chica de rizos, con la sonrisa a medio dibujar.

La música es la adecuada, la luz, la charla, hasta que llega él, amigo a primera vista de la chica de los rizos.. Listillo con sonrisa canjeable por créditos femeninos que me reclama el taburete que le he “mangado” (sic) mientras él estaba en el baño.

Y entonces me doy cuenta de que no puedes bajar la guardia. Que siempre existe un cretino que, lejos de aceptar que le lleva un tiempo encontrar su boquerel y posicionarlo en el urinario, afirma sin miramientos que el otro le ha “mangado” la silla.

Robe, compadre siempre con el semáforo en verde, mantiene un silencio tácito. Dado que era mi segunda infusión y no mi segundo Jack Daniel’s,
tuve la calma para limitarme a mirarlo y entregarle el taburete como quien entrega una espada presentando el filo.

Prosigo la conversación con mi amigo, comienza a sonar la música de Fleetwod Mac… Y el fulano y la chica de los rizos se ponen sus abrigos. ÉL se adelanta a la puerta, y va subiendo las escaleras, pero reparo en que ella canta con una voz dulce la canción que suena. Y le pregunto qué canción del grupo le gusta más, y comienza una breve conversación en la que hay pocas palabras y algunas miradas sostenidas. No pretendo nada más que, aparte del evidente disfrute del momento, satisfacer ese placer primario: el fulano ya está en la puerta, esperando a la chica, pero ella sigue en la barra conmigo. Y, sin palabras, le pregunto a esos rizos si al igual que dice la canción “Now here you go again / You say you want your freedom…”