2.4.10

Hasta el Fin del Mundo

Termino de amarrar la mochila que me acompañará en unas pocas horas hasta el Fin del Mundo: un cuerpo réflex full-frame y un par de lentes. Siguen los pares: de filtros, de tarjetas de memoria, de mudas de ropa para el viaje, de juegos de documentación de viaje.

Vienen a la piel, suben a la mente y bajan hasta el corazón (en ese orden) sensaciones, emociones, planes truncados y recuperados... Y nombres. Más o menos representativos del camino recorrido hasta ahora. Pero ahora hace falta un punto y aparte. Dejar por una vez todas las emociones acumuladas en un verdadero estante sereno del armario del alma. El ático del alma, escribía alguien.

El día en que mi padre habría cumplido 65 años; Dudo que se hubiera jubilado, aunque se habría dado la oportunidad del planteamiento; pero eso ahora ya no importa. Yo me concedo en este día la oportunidad de llegar lo más lejos que uno puede en dirección horizontal.

Cuando uno pone toda esa distancia por medio, se encuentra un contexto completamente diferente y así es precisamente uno mismo lo único en común con su vida anterior.

Para eso voy al otro lado de la Tierra: para encontrarme.

Para hallar algunas respuestas a preguntas que ni siquiera sé formular ahora.