26.6.06

Días Largos Suficientemente Buenos

Solsticio de verano: el día en que para las gentes del Hemisferio Norte el sol sale por la posición más extremada hacia el Nor-Este y se oculta por la correspondiente en Nor-Oeste. Máxima altura e irradiación solar; 23,5 grados de inclinación del eje terrestre sobre el sol; movimiento del Astro Rey desde posición perpendicular sobre el Trópico de Capricornio hasta el de Cáncer; etc.

En otras palabras, el día más largo del año. Y dado que incluso los que en su día adoptamos modos de vida más bien nocturnos, todos movemos nuestras actividades según el Sol, hago mío el deseo que los zaragozanos “Doble-V” cantaban en aquel homenaje hip-hop a la Ciudad que Nunca Duerme: “Pido días largos suficientemente buenos”.

16.6.06

“For Your Eyes Only”

Lo bueno de la miopía (aparte de que, otrora, te librabas de la mili), era el movimiento de montar/desmontar gafas mientras explicas algo. Resulta de lo más ilustrativo en un momento quitarte las gafas y mordisquearlas sensualmente mientras terminas de exponer un argumento. Es te-rri-ble.

Amigos míos han conocido situaciones en que, al estar yo llevando lentes de contacto, les pido que me dejen sus gafas durante un “petit commitee” para calzar+descalzármelas, subrayando lo que digo. Lo dicho, te-rri-ble.

Pero desde hace un par de días, se acabó. Recientemente, el oftalmólogo me diagnostió un conato de úlcera de córnea, así como unos agujeros tróficos en la retina izquierda, ricamente aderezados con una conjuntivitis papilar crónica. Todo un panorama, merced del uso prolongado de las lentes de contacto. Así que me sometí el miércoles a una sesión de cirugía refractiva para la corrección de la miopía: tras las molestias propias del post-operatorio, debo decir que es todo un invento, aunque el tiempo dirá…

11.6.06

La Torre que se coló en la Acuarela






Llevaba días mirándola con más detenimiento del habitual. Desde que llegué a Barcelona me sorprendió su descaro, erigiéndose por encima de toda la ciudad: La Torre de Collserola vigilando desde el techo de la ciudad.


Sin saberlo, tenía motivos para pensar de esa manera, dado que en Zaragoza tenía una acuarela que pintó mi padre allá por 1968, aún estudiante de Arquitectura, de lo que parece ser la Sierra de Collserola contemplada desde alguna azotea del barrio del Eixample (le llamaría para corroborar el dato, pero me temo que la llamada es de muy larga distancia). Evidentemente, la famosa torre de Norman Foster no aparecía.


Hoy en día, el despacho donde trabajo está en la esquina noroeste del edificio de la empresa. Planta superior, y con paredes acristaladas que me enfrentan exactamente al paisaje antes indicado y por tanto a la torre, siempre allí a lo lejos, allí en lo alto. Conocen el dato mis queridas recepcionistas de la empresa, lectoras de este blog, según he conocido con perplejidad.

Aprovechando el aire despejado por la lluvia de un par de días antes, decidí el viernes subir a Collserola para hacer unas fotografías, antes de enderezar el volante rumbo a Zaragoza. Con la suerte de ser el único de la ciudad que parecía haber tenido dicha idea, compré un ticket para subir al mirador.

Abajo no sólo se quedaba el coche. Miles de historias grandes y pequeñas, personas, casas e incluso la cobertura del teléfono móvil. Todo quedaba bajo los pies de la torre. A cualquier sitio de la ciudad podías viajar con la ayuda de la imaginación y de los prismáticos.

Al cabo del rato, con los pies en la tierra (figurada y literalmente), la regresada cobertura del móvil me regalaba mensajes de contestador con temas de trabajo. Mientras encendía el coche y transfería el sonido del teléfono al manos libres del coche giré la cabeza y la miré. Quizá no dentro de mucho tiempo volvamos a vernos de cerca.