2.4.10

Hasta el Fin del Mundo

Termino de amarrar la mochila que me acompañará en unas pocas horas hasta el Fin del Mundo: un cuerpo réflex full-frame y un par de lentes. Siguen los pares: de filtros, de tarjetas de memoria, de mudas de ropa para el viaje, de juegos de documentación de viaje.

Vienen a la piel, suben a la mente y bajan hasta el corazón (en ese orden) sensaciones, emociones, planes truncados y recuperados... Y nombres. Más o menos representativos del camino recorrido hasta ahora. Pero ahora hace falta un punto y aparte. Dejar por una vez todas las emociones acumuladas en un verdadero estante sereno del armario del alma. El ático del alma, escribía alguien.

El día en que mi padre habría cumplido 65 años; Dudo que se hubiera jubilado, aunque se habría dado la oportunidad del planteamiento; pero eso ahora ya no importa. Yo me concedo en este día la oportunidad de llegar lo más lejos que uno puede en dirección horizontal.

Cuando uno pone toda esa distancia por medio, se encuentra un contexto completamente diferente y así es precisamente uno mismo lo único en común con su vida anterior.

Para eso voy al otro lado de la Tierra: para encontrarme.

Para hallar algunas respuestas a preguntas que ni siquiera sé formular ahora.

11.11.09

El retraso de Babel

Organizando partituras, recuerdo el regalo de Frida: “Improvising Blues Piano”. Al coger este libro de la estantería para agruparlo con el resto de partituras, recuerdo la dedicatoria.

Han pasado ya unos años, pero recuerdo su preciosa y delgada figura, ojos claros, rubio balcánico y sonrisa marcada en un rostro que en su día me dejó petrificado hace seis años en el pasillo frente a mi habitación en París. Un tiempo después de aquella velada en La Dèfense, meteorológicamente fría, pero cálida en los escasos centímetros que nos separaban aquella noche hasta que un billete de vuelo de regreso inoportuno me obligaba a separarme de su cama, volvía a verla en Barcelona. Paseo por Las Ramblas, cena en Paseo de Gracia... y su regalo con dedicatoria en albanés que nunca tradujo.

Hoy he recordado que hoy es menos torre la de Babel cuando la traducción entre idiomas está a un golpe de click en internet... Y de repente he vuelto a percibir la caricia, aún en diferido... “Je djali i miré, i dashur, dhe i ëmbël qé kam takuar në jetén time!” (Frida)

16.9.09

Atrapado entre cristales


Como quien colecciona hojas de árboles, de hace tantos años, entre cristales. Convirtiendo en perenne al árbol más caducifolio. Así quedó en su día una foto escaneada en el ordenador. Pequeños universos de gigabytes que como agujeros negros fagocitan fotos y el día menos esperado cuadno el reloj apenas marca el nuevo 16.Septiembre, por sorpresa, casi atraición, te escupe a la cara una foto de hace 14 años.

Óscar, Quique un servidor, mi padre trás la cámara. Y el escupitajo de realidad se vuelve ácido, corroe toda capa de piel hasta conquistar y revolver neuronas y corazón. Es lo que tienen los fantasmas del pasado. Se manejan como Pedro por su casa (irónica expresión para el caso) hasta que identifican tu punto débil: un amigo de la infancia consumido por un simpático tumor poco después de que la cámara haga “Ch-Xs...” Onomatopeya, además, de latidos ya contados al otro lado del visor.
Tiempos de auto-promesas, ilusiones, convencimiento de llegar a ser una figura del Rock, de llegar a dominar las cámaras fotográficas. Llevando la mirada más allá de aquel vendaje, llevándola incluso más arriba del objetivo de la cámara. Porque era una época de convencimiento sereno de lo que me importaba.

Dicen que maduras y creces cuando tus órdenes de prioridades comienzan a dar vuelcos.

Y sin embargo, en el fondo nada ha cambiado. Porque al fin y al cabo a lo que ayuda el tiempo es a convertir los traumas y remordimientos en fantasmas. Que si bien son más cómodos de llevar, se vuelven compañeros inevitables de viaje.
Atrapados entre placas de cristal.



30.11.08

Clanes


Personas y lugares. Personas que se unen, deliberada o fortuitamente, y caminan, observan, actúan. Lugares que cobran de ese modo un sentido; testigos mudos, no inanimados, del germen de historias de incierto final.Sea cual fuere, ese final es la condición indispensable que les convierte a aquéllas en clanes: un vínculo exclusivista por el cual ese instante efímero tiene un único significado, aquel que el clan, con su mera presencia, le confiere convirtiendo un lugar en un escenario. Y por tanto en una fotografía.




Así se describe CLANES, mi primera exposición fotográfica en solitario que he tenido expuesta durante el mes de Noviembre. Y durante algunas tardes me he acercado para de alguna manera observar esos 12 espejos. Cada foto como una ventana que me devuelve la manera en que veo las cosas en los diferentes lugares por los que he viajado y las diferentes situaciones que me han (con-)movido. En otras palabras, la imagen de mí mismo, porque un fotógrafo se vale de la cámara para contar cosas, historias, vidas; y su firma subyace recordando que ahí está su mano y su ojo para tender un puente entre el espectador y otras realidades.

Por eso en ocasiones me detengo ante la colección de cámaras reflex que tengo en el pasillo; quiero entender, ver a través de ellas, conocer qué millón de historias se han puesto frente a ellas cuando mi padre las disparaba, anhelando congelar con vivos colores todas esas escenas. Pero son demasiado opacas, traté de dispararlas en otro momento yo con otras películas de diferentes sensibilidades (interesante polisemia en ello) pero era mi ojo. Totalmente diferente, por más que mantenga mi vacuo intento de ver la vida con los ojos que él tendría hoy.

Con el paso del tiempo, creo que mi visión de la vida a través de la Fotografía se ha forjado merced de un oxímoron: pretender hacer fotografías como él haría, para acabar encontrando mi propio discurso, mi propia firma, forjada poco a poco, pasito a pasito de 35 milimetros cada uno, con colegas, grandes maestros y teniendo la “antena” siempre dirigida.

Arquitectura, Música, Magia, Fotografía... Lenguajes que no entienden de fronteras pero que sabiamente callan cuando el otro habla, y le contrapuntean en luminoso diálogo para ayudarme a entender mi propia vida.


11.11.08

Corazón por Corazón

Se levanta uno, temprano, y se mueve por impulsos y rutinas. Quizá actuamos de una manera que llevamos tatuada y, quién sabe, si es el único momento del día en que somos realmente nosotros mismos.

La semana pasada, a las siete y media de la mañana mientras se congelaba al momento la taza de leche recién sacada del microondas, escuchaba la noticia sucedida en Oviedo: Un chico de 26 años descubría a su padre recién muerto por una insuficiencia cardíaca; en el mismo momento al chaval se le paraba su propio corazón. Fulminado al ver desplomado el castillo de naipes fundamentales que para algunos ha supuesto un padre.

Y siento mi piel erizada, fría como el hielo y los latidos retumbar en el pasillo mientras camino lentamente hacia el baño... recuerdo ese ansia, ese vibrar de labios y mis propios latidos vibrando algo más fuerte, confiados en alguna suerte de absurda telequinesia capaz de restaurar otros latidos hermanos en ese corazón detenido. Incapaz de distinguir diferencia alguna entre las sonrisas que él me inspiraba sólo por vérsela dibujada y mi instinto por darle vida a su corazón.

Y me encuentro frente al espejo del baño a ese chico de Oviedo y le digo que lo siento, amigo. Que habría querido darte un abrazo, que me habría gustado quitarte un par de piedras en el nuevo camino que te esperaba después de ver la verdadera cara de la vida en la que pasan cosas como esa.

Me habría gustado agarrar al vuelo esa carta de la baraja antes de que el palo de los corazones quede con todos los naipes en blanco.

29.9.08

Historias a lomos de Cadillac

Me parapeto tras un 17-40 mm Parabellum, implacable, y me dispongo a extraer, (convencido de que la tienen, propia o de sus amos) el alma de esos cuerpos de chapa, cuero, goma e incluso madera.

Una concentración de coches clásicos, con sus grandes faros y llamativas líneas, expuestos y mimados por sus dueños.

Y de entre todos ellos, me quedo con Rafa & Chema, que vienen desde Madrid y para los que su Cadillac Eldorado Biarritz parece ser un compañero más, un escenario de azul y caoba con el que devorar asfalto y respirar ilusiones. Chema cruza su pierna en el asiento del copiloto, confortable y complacido por el suave ronroneo que asciende y rodea el habitáculo. Sonido con el que subrayan aventuras, la complicidad y los sueños. Desde atrás, me acomodo en el asiento del Cadillac, durante un breve pero confortante paseo por la carretera, en medio de la comitiva multicolor de ciento y pico coches.




O como José María & Sara, en cuyo Cadillac De Ville convertible esta vez no está montado Elvis (otrora conductor de otro De Ville) sino la serenidad amable, ensoñadora e incluso inspiradora de un matrimonio maduro, acomodado (para qué negarlo) en cuyo asiento trasero también me cuelo. Y con nuestra ya longeva amistad (la friolera de 5 minutos) me hablan de por ejemplo cómo él le pidió dinero a su suegro para su primer coche. Pasamos por los pueblos, bromeo saludando como John F. Kennedy a los parroquianos y a la llegada al destino me piden que les haga una foto más.

Y me vuelvo a parapetar tras el objetivo. Pero la historia de ellos dos lleva ya años escribiéndose y aún le quedan ríos de asfalto. José María posa con su sombrero junto a sus flamantes 6 metros de Cadillac.

Suena el obturador.

24.7.08

Lou Malnati's

Lou Malnati’s Pizza
Chicago,
Domingo, 08Junio2008


Se termina la ración de Calamari Fritta (petición imperdonable en quien viene de un país mediterráneo). Jerry es un camarero que sabe algo de español, y de repente se establece la conexión. A veces bastan 5 minutos para firmar un contrato con tinta invisible, pero indeleble, entre dos personas.

Fuera, la lluvia de Chicago parece perdonar un rato. Dentro del local suena I Still Haven’t Found... (U2) y viene a mi mente el matiz inesperado de la voz a la que llamé por la mañana desde el móvil. Un matiz que creía olvidado, y al que espero que el sentido común no me enganche demasiado.

Pero se trataba del a esencia de la sorpresa, mezclada con la Ilusión. Como los café con leche espumosa de Berlín, que al volcarlo sobre tu boca no sabes si es la leche o el café lo primero que estás saboreando. Hay canciones que son himnos, y esa canción lo es. He atravesado campos / y subido colinas...

Han sido ya muchos aeropuertos con sintonías en la cabeza, kilómetros por delante; controles de pasaportes, autopistas, países y ciudades; miradas perdidas en mares y lagos; marcos alevosos de escenas a través del visor de la cámara fotográfica.

Cada vez con la convicción más arraigada de que viajas lejos para verte a ti mismo en diferentes escenarios de la novela, del mundo (se trata de lo mismo, en realidad), de la cual no sabes si eres protagonista, secundario o espectador.

Pero todavía no he encontrado lo que ando buscando.

Porque aún no sé lo que estoy buscando.