El pie sobre la página
Estocolmo, 25.Septiembre, 2006.
Camino sobre las piedras de la parte antigua de Tallinn. El sol y yo nos hacemos cómplices para iniciar juntos nuestro paseo por la ciudad. Y entonces allí van apareciendo las páginas de los libros y las fotos que fui viendo desde pequeño: Tombeaa, Pikk, Viru y subo hasta Nugeliste, la Iglesia de Oleviste.
Los primeros rayos de luz ya superan la muralla medieval que fortificó Tallinn desde el siglo XII, y entonces sin darme cuenta, giro la cabeza y me enfrento al reflejo del cristal de una panadería. Y como si fuese una especie de regresión hipnótica, veo a un niño de no más de 6 años, al que a pesar de que con los años lo olvidara, como Peter Pan cuando creció, le paseaban por las callejuelas de Tallinn, de Estonia, de donde procede parte del dibujo que pueda llegar a ser cuando crezca.
Suena un latido, fuerte pero único, porque hasta el torrente sanguíneo necesita reflexionarlo. A los pocos segundos proseguimos el camino los tres: el niño, el adulto y el corazón.
Camino sobre las piedras de la parte antigua de Tallinn. El sol y yo nos hacemos cómplices para iniciar juntos nuestro paseo por la ciudad. Y entonces allí van apareciendo las páginas de los libros y las fotos que fui viendo desde pequeño: Tombeaa, Pikk, Viru y subo hasta Nugeliste, la Iglesia de Oleviste.
Los primeros rayos de luz ya superan la muralla medieval que fortificó Tallinn desde el siglo XII, y entonces sin darme cuenta, giro la cabeza y me enfrento al reflejo del cristal de una panadería. Y como si fuese una especie de regresión hipnótica, veo a un niño de no más de 6 años, al que a pesar de que con los años lo olvidara, como Peter Pan cuando creció, le paseaban por las callejuelas de Tallinn, de Estonia, de donde procede parte del dibujo que pueda llegar a ser cuando crezca.
Suena un latido, fuerte pero único, porque hasta el torrente sanguíneo necesita reflexionarlo. A los pocos segundos proseguimos el camino los tres: el niño, el adulto y el corazón.