A Cielo Abierto...

Bien entrada la noche, una cerveza y una copa con un amigo con el que hablar de diferentes asuntos... Recordar la visita vespertina a mis primos, me alegra que estén bien y felices.

Regresar hacia casa, con el techo quitado, las estrellas acompañan y un coche con 4 chicas al lado que silban y me invitan a acompañarlas a un bar.

Les sonrío y agradezco el gesto, pero no cambio el destino final: garaje y cama. Aunque, claro, quedan algunos puntos de cordura para reflexionar sobre un blog, aún sin saber que alguien podría leerlo mientras comienzo a dormir...

Gruyère@Gruyères

No se puede escapar a la tentación de comer una fondue y una raclette de Gruyère en Gruyères. A continuación un paseo por las praderas, escuchando el coro loco de cencerros de las vacas al pastar. Y al ver la escena, cree uno estar en medio de un envoltorio gigante de chocolatina.

El trazo de una pluma MontBlanc

Socialmente se relaciona el uso de una estilográfica MontBlanc con los conceptos de clase, prestigio, poder.

Sin embargo descubrí que desmerecen frente a las verdaderas plumas batiendo y firmando con gallardía su sombra frente al pico MontBlanc.

Ginebra (sin tónica)

La gracia de evolucionar, crecer (en algunos casos afortunados, madurar) es percibir que con el paso de los años vuelves a realizar las mismas aventuras, en otra escala, en otros lugares... Por ejemplo, en Suiza.

Allá por 1987 compartíamos mi primo Álvaro y yo singladuras por Zaragoza y Madrid, durante el verano, sin más agenda que la duración del sol en el cielo y sin más tarjeta de crédito que la imaginación. Interminables tardes en su buhardilla, desafiantes carreras en bicicleta... Latidos sincronizados con cada odisea de nuestro mundo de niños.

Así lo repetimos en diferentes ocasiones y hoy, con otra perspectiva pero el mismo espíritu, me fundí nuevamente con un abrazo en él a mi llegada al aeropuerto de Ginebra.

Al poco rato, paseos por las calles, una cerveza, una cena, otra cerveza, más risas...

Poco ha cambiado en 20 años.